Segunda Expedicion

Apuntes de:
José Bahamonde Campos
Explorador y Topógrafo jubilado del Ministerio de Transportes y Comunicaciones
II parte.

Tomado del original.
Tipeado el 2009 en Juanjuí por la socióloga Tarcila Lozano Villacorta


En junio de 1966, se efectuó la segunda expedición conformada por los técnicos de la
anterior expedición, aunándose altos personajes representantes de: Associatecd Pres, UPI, UNESCO, Reader’s Digests, BBC, TIME, LIFE, Prensa Nacional y el explorador Norteamericano Gene Saboy. Hacíamos un total de 40 personas de 7 nacionalidades, todas ellas como de una sola patria, como una sola familia, mezcladas en la màs perfecta armonía y un sólo propósito: estudiar las ruinas y darlas a conocer mundialmente.
Habíamos hecho los preparativos y coordinaciones bajo las órdenes del arquitecto Víctor Pimentel, dentro de los planes yo tendría que adelantarme a la ciudad de Juanjuí donde me esperaba un helicóptero para planificar lo más viable de la operación a seguir y que se ubiquen desde el aire las ruinas que hasta ese momento se creían que estaban en las cabeceras del río Pajaten, por que en esta ocasión todo se haría por aire.
En un anterior vuelo, un avión de reconocimiento voló expresamente conmigo desde lima para ubicar las ruinas, sobrevolando el río Pajatén, el Apisoncho parte del Jelache sin mayor suerte.
El día 2 de junio emprendí vuelo hacia Juanjuí acompañado por el explorador Savoy y 3 periodistas extranjeros, de inmediato a la llegada me puse en contacto con el señor Del Solar que esperaba en el aeropuerto con su piloto y un pequeño helicóptero que previamente se había contratado. El señor Del Solar me dijo que su veterano piloto señor Hénderson, era amplio conocedor de esas montañas y que él haría el reconocimiento previo para ubicar las ruinas; como el aparato tenía muy poca capacidad, Savoy me pidió por favor que él acompañaría al piloto, además el era un experto fotógrafo y contaba con los implementos; accediendo a su petición.
El día 3 a las 11.10 a.m emprendía su intrépido vuelo el pequeño aparato. El señor Del Solar y Yo, esperábamos en el aeropuerto; habían transcurrido 33 minutos cuando Del Solar me dijo parto en mi pequeño avión en ayuda de la búsqueda. Sería conveniente que usted esté en la torre de control del aeropuerto para coordinar alguna operación de comunicación entre ambos aparatos.
A las 12.40 comunica a la torre que está de vuelta, aterrizando Del Solar a las 12:50 con buenas noticias; “habían localizado las que se preparó en la primera expedición.
A la 1:25 hizo su aparición el helicóptero; descendió Saboy y el veterano piloto conocedor de toda esa zona, y nos dijo que todo estaba ¡OK!, pero había una nueva; las ruinas que nosotros creíamos en las cabeceras del río Pajaten, estaban ubicadas en un afluente del río Abiseo. No muy convencido de ello, esperábamos los siguientes vuelos para su comprobación, siendo verificado posteriormente.
A las 2 p.m. aterrizaba un avión de la compañía Faucett con el grupo expedicionario que venía de Lima, de inmediato se informó los pormenores.
En los 2 días que estuve adelantado en Juanjuí al resto de la expedición indagando la forma de que los vuelos a las ruinas se hicieran desde un punto más cercano, para que se ahorrara combustible y horas de vuelo, se escogió el caserío de Pachiza, a orillas del Huayabamba, en esa ocasión nos invitaron a la Municipalidad, en un cabildo abierto a que expusiéramos nuestra misión, y se hacían preguntas referentes al Pajatén, algunos presentes sostenían que las ruinas habían sido descubiertas por un explorador juanjuino, el señor Eduardo Peña Meza, y que no era justo que se atribuyese el descubrimiento a otros; el nombre me trajo recuerdos, que en mis indagaciones sobre el Pajatén, previa a la primera expedición había leído en un libro de la Sociedad Geográfica de Lima, la contribución de datos de ese señor hacía muchísimos años, para sorpresa mía todavía vivía. Indagué su domicilio y decidimos conversar con él.
El señor Eduardo Peña: anciano de unos 70 años, de contextura bastante delgada, pausado en el hablar, y caracterizado por una gran gentileza; nos empezó a narrar las exploraciones que había hecho por las zonas de los ríos: Huayabamba, Apisoncho, <<Pajatén>>, Jelache y muchos otros desde hacía unos 40 años, con la finalidad de hallar una salida a la prov. De Bolívar situada en la serranía del Marañón el noroeste de Juanjuí, y que después de haber hecho varias exploraciones, en su tercer o cuarta expedición pudo realizar su propósito.
Sacando algunos mapas del departamento de San Martín que habíamos llevado, le enseñamos la ubicación aproximada de las ruinas que recientemente eran descubiertas, mencionándole algunas características, y fotografías que teníamos de ellas, y de manera honesta y de sorpresa nos dijo que jamás las había pisado, y que creía que las ruinas del Gran Pajatén de la que tanto se hablaba se trataban de otras que él conoce hace muchos años atrás, con el nombre de Pajatén pueblo; ruinas que para su entender son incaicas y que posteriormente habrían sido habitadas por los españoles, describiéndonos las características, que eran conocidas por algunos montaraces (cazadores), y que se hallaban en la margen izquierda del río Pajatén a dos días en canoa con motor y dos a pie desde Juanjuí, luego hizo alusión de algunas otras ruinas y caminos incaicos que actualmente se encuentran cubiertos por la vegetación, y cuevas profundas en las que presumiblemente extraían minerales en esa época; a medida que iba detallando, yo marcaba los datos en mi mapa. Al referirse a ruinas de los ríos: <<Apisoncho>>, <<Pajatén>>, Jelache, Quebrada Fray Gaspar, del cerro Golondrina (Ochanache) y muchos otros, sospechamos de que indudablemente en la zona del Gran Pajatén, pudo haber existido una gran civilización, y que por falta de exploración de entendidos en arqueología no se desentrañan.
Don Eduardo hizo mención de algunos exploradores que se aventuraron en esa intrincada selva y que jamás se supo de ellos, haciéndonos recuerdos del explorador croata Mirko Seljan y sus compañeros que se aventuraron por el Pajatén, muriendo de hambre y comidos por las fieras.
Algunos historiadores dan cuenta de que una expedición norteamericana comandada por el señor Croner se aventuró por esa zona y jamás se supo de ella. Otra expedición de dos norteamericanos intentó cruzar la zona, pero al llegar a Cajamarquilla fueron asesinados. Mi amigo, el ingeniero Jorge Castañeda en su reconocimiento de ruta por el río Jelache perdió dos hombres.
La experiencia más grande que tuve, fue en la expedición que realicé desde el río Chuzgón a 30 Km. de Huamachuco (La Libertad), cruzando el Marañón (Calemar), volteando la cadena central, siguiendo por el río Jelache, desembocando con el río Huayabamba, y culminar el Huallaga hasta Juanjuí, en un recorrido de más de 300 Km. en 51 días para estudiar una ruta de penetración para carretera. En esa ocasión pudimos perecer por falta de víveres, y subsistencias en la zona, pero fuimos socorridos con víveres desde el aire.
En 1789 los frayles misioneros ejercían una autoridad omnímoda y tuvieron deslices pecaminosos en Pajatén pueblo, por lo que los habitantes mataron a dos, y como consecuencia vino el éxodo de Pajatén a Pachiza y Tingo María.
En el siglo XVIII los misioneros fundaron Pajatén pueblo.
En 1801 un cura de Pachiza mandó incendiar Pajatén pueblo en castigo de haberse negado los indios hibitos a pagarles ciertos tributos.
Mi amigo Saboy interesado por los datos de don Eduardo Peña con respecto a Pajatén pueblo, me dijo que terminando esta expedición iría a verificar lo expuesto por don Eduardo, efectivizando tiempo después lo de Pajatén pueblo.
Volviendo a nuestra expedición que nos ocupa; el día 3 a las 5 p.m. salieron las primeras canoas de Juanjuí con algunos miembros de la expedición hacia el caserío de Pachiza, ubicado a orillas del río Huayabamba, lugar más cercano a las ruinas del <<Gran Pajatén>>, teniendo que hacer varios viajes por falta de embarcaciones. A las 9:30 p.m. Pimentel y el resto del grupo nos embarcamos en un deslizador surcando el río Huallaga; era una noche magnífica para navegar, la luna alumbraba tan claramente que yo podía hacer algunos apuntes sin necesidad de linterna, a las 9:50 estábamos en la desembocadura del río Huayabamba surcando éste último, llegando a Pachiza a las 10:30.
En Pachiza algunos moradores nos dijeron que de vez en cuando encontraban tinajas, herramientas de piedra, y fósiles a orillas de los ríos.
En la mañana del día 4 empezaron los vuelos en el pequeño helicóptero hacia las ruinas, pero debido al mal tiempo y cambios bruscos de temperatura por el Gran Pajatén, el helicóptero no podía hacer muchos vuelos, y apenas llevaba 2 pasajeros.
Tratando de solucionar este problema, el arquitecto Pimentel envió un radiograma pidiendo ayuda de la fuerza aérea, y que gentilmente el señor Presidente de la República nos concedió.
El pequeño helicóptero prosiguió con sus operaciones al máximo de las posibilidades.
Al siguiente día hizo su aparición en Pachiza un helicóptero de la F. A. P.(Fuerza Aérea del Perú) para 12 pasajeros, piloteado por el hábil teniente Ernesto Burgas.
Luego de algunos preparativos el piloto de la F. A.P., con el piloto Henderson se pusieron de acuerdo, diciéndole éste último que él despegaría primero para guiarlo hasta las ruinas, y que lo esperaría en círculos en la confluencia del río Huayabamba y el río Apisoncho; unos minutos más tarde de haber despegado el pequeño helicóptero, emprendió vuelo el de la FAP; esta ocasión me sirvió para tomar con bastante presición el rumbo desde Pachiza hacia la confluencia noroeste 140º donde esperaba el primer aparato, para luego dirigirse por la cuenca del Apisoncho y después remontar el afluente que los llevaría hasta las ruinas.
El Helicóptero de la F.A.P. continuó solo con su operación durante varios días trasladando personal, luchando con el mal tiempo que esporádicamente se presentaba en la zona, se le redujo su capacidad máxima en lo indispensable, igualmente el abastecimiento del combustible en cada viaje con el fin de aligerarlo teniendo un pequeño contratiempo en uno de sus vuelos por falta de combustible.
Faltando 5 minutos para llegar a Pachiza tuvo que hacer un aterrizaje forzoso a orillas del río, al instante embarcamos combustible en una canoa para abastecerlo y continuó su operación.
Algunos periodistas y fotógrafos que se hallaban en las ruinas, aprovecharon hasta el último minuto en su trabajo para tratar de salir pronto con sus primicias, los arqueólogos ejecutaban su labor, los técnicos con su material de dibujo sacando calcos y mediciones de las ornamentaciones, los camarógrafos en plena filmación, en lo que a mí respecta, hacía el levantamiento topográfico de las ruinas, y con el personal del ejército en comunicación con sus enlaces.
Después de algunos días de agotadora labor empezó la evacuación en helicóptero hacia Juanjuí, para luego tomar un avión el día 15 con destino a Lima

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